Julia Furió: “Las ciudades tienen que dejar de ser grises y pasar a ser verdes”

Nos encontramos con Julia Furió en el Parque Central, apurando los últimos rayos de sol y disfrutando de un paseo por la zona del Jardín de la Huerta antes de sentarnos a charlar. Así, entre skaters, pájaros y paseantes conversamos de diseño, ciudad y “el verde”


Julia es diseñadora en el Centro de Educación Ambiental de la Comunidad Valenciana (CEAVC), que tiene como emplazamiento la Marjal dels Moros, en el término municipal de Sagunto. Así que, literalmente, su día transcurre entre diseño y naturaleza. Allí se encarga de generar contenido de educación ambiental: maquetar, editar, dar forma a aquello que generan los educadores y educadoras del centro, etc. Afirma que está muy feliz con el puesto. Y lo hace tras contar que su recorrido como diseñadora ha sido bastante peculiar, por sus valores y su forma de entender la vida y el diseño. Nos cuenta que terminó la carrera y no le acababa de convencer el discurso que le ofrecían, por lo que buscó aquello que encajase mejor con su perfil: un diseño más conectado con el medio ambiente, con las personas, así como con los valores de respeto y de poner la vida en el centro.

Julia Furió

Esta manera de entender la profesión y el mundo que le rodea, desde lo macro hasta lo micro, le viene de lejos. Ella misma narra que por la educación recibida es muy sensible a todo lo que pasa a su alrededor, al medio natural. “Poco a poco me he ido haciendo de una manera bastante crítica y he cambiado ciertos hábitos, así como he ido forjando una personalidad muy acorde a lo que pienso y a lo que hago. Alineada tanto en el consumo como en cualquier ámbito de la vida. Desde los viajes hasta lo que comes, lo que dices o lo que haces”, nos explica. Esta forma de ser le permite tener una relación muy personal con el medio y una sensibilidad que le lleva a fijarse en detalles como “una planta pequeñita en mitad del cemento” o “cuando hay un árbol monumental”. 

 

Y con esta forma de mirar, nos ubica dos espacios verdes de la ciudad de València con los que tiene un vínculo especial. Uno es el de los Jardines de Viveros, que le conectan con su infancia. El otro es el Jardín del Turia, porque además de haberlo tenido muy cerca, Julia cuenta con cariño que “ha sido como un punto de desconexión, de refugio”

Julia Furió

Ahora vive fuera del centro de la ciudad y suma a sus favoritos otros puntos que para ella tienen las características idóneas para sentirse conectada. El carril bici y la huerta. “Puedes ir entre lechugas, entre las acequias…. O de repente te encuentras una higuera en verano. O algunos frutales que hay por ahí abandonados. O acelgas que salen incluso en las rotondas”. Nos lo narra fascinada y señala que esa “rotonda de las acelgas” se encuentra en Museros (Horta Nord). 


“Igual para otra persona pasa desapercibida, yo reconozco esa presencia del mundo verde aunque sea algo pequeñito” dice Julia. Y no solo la presencia, sino que también se fija en aquello que a veces se sale un poco de la regla, aquello que para una persona de a pie o no se ve o quizás no se entiende. Lo demuestra al apuntar el espacio verde delimitado que se encuentra en el Jardín del Turia, frente a las Torres de Serranos, en que “han dejado una zona donde veo que están experimentando como una nueva forma de jardinería”. O en la calle Alboraya, donde “hicieron un experimento de dejar a los alcorques libres”. Tanto en estos casos como, posiblemente en muchos otros, una solución de diseño podría haber ayudado a Julia y a la ciudadanía a comprender mejor qué se está haciendo y para qué.

Parcela experimental (Jardí del Turia)

Comentamos con ella posibles soluciones para este tipo de casos de experimentación o de nuevas formas de trabajo de los espacios en pro de la biodiversidad. Nos traslada alguna idea como “cartelería que explicase lo que se está haciendo en ese momento (…); cartelería en la vía pública, si está bien explicado y es atractivo, puede funcionar”. O poner “simplemente el nombre de las especies ya sería un pasito. Que alguien pueda saber cada especie cómo se llama”. Pero si se trata de ir a la raíz de todo, a entender la importancia de los espacios verdes, la biodiversidad y las acciones a realizar para mejorarla al máximo en el entorno urbano, Furió considera fundamental también la educación. “Para mí al final todo cae en lo mismo: la educación, los niños y niñas” afirma. 

 

Pero no solo la infancia es la esperanza de ese futuro verde. “Es un trabajo de todos los agentes. Y es difícil, pero creo que todas las políticas y todas las iniciativas deben ir en esa dirección” opina. Un camino que vaya “hacia una ciudad verde, que imita la naturaleza y que es cíclica. Donde se recoge el agua que después se utiliza para regar los jardines. O donde alimentarse de los propios árboles”. En este punto preguntamos a Julia si cree posible poder introducir actividades agrícolas en la ciudad. Y efectivamente, ella lo ve. Y reflexiona “¿por qué las naranjas que tenemos en València no son buenas y así nos las podríamos comer? Pero claro, luego viene quien te dice que están contaminadas. Entonces tendría que ser un espacio cerca de la ciudad, que podría ser perfectamente el área metropolitana o el cinturón que quieren hacer para conectar la Albufera con València”. Eso sí, remarca que debería estar muy bien gestionado “porque sabemos también que muchas veces no se respetan las cosas y conlleva un trabajo de hacer entender a la gente que eso también es suyo, sensibilizarlos”. 


De nuevo, la educación como parte de ese futuro que Julia Furió, si cierra los ojos, consigue ver. Un horizonte para el que “tiene que ponerse en marcha toda la red de las administraciones, las empresas, la ciudadanía, etc. Se tienen que unir todos e ir en la misma dirección”. Porque, como bien dice, “las ciudades tienen que dejar de ser grises y pasar a ser verdes”.

Julia Furió